Tú no lo sabes, pero llevo días pensando en ti. O quizás sí.
Me he dejado llevar hasta tu orilla, aún a sabiendas, desde el principio, que
tendré que intentar cruzar tus arenas movedizas. Y me he dejado llevar.
Y aquí estoy, recordando esos ojos. “¡Joder, qué ojos!”,
pensé aquella noche cuando te tuve a escasos centímetros. ¡Joder, qué ojos!
Sigo pensando hoy.
Cada vez más segura, de que cuanto más difícil es algo, más
prohibido está, más imposible parece, más nos atrae.
Y ahí estás tú, negándome evidencias, y yo confiando en ti
ciegamente. Y cuando por fin, la verdad ve la luz, la acepto y aún así, me dejo
llevar hasta tu orilla.
Y es que, en este momento me iría hacia ti, para pensar, a
escasos centímetros “¡Joder, qué ojos!”.